jueves, 17 de septiembre de 2020

EL APRENDIZ DE PLATERO

                                          EL APRENDIZ DE PLATERO

 Eligio Rodríguez estableció su tienda de platería en 1963 en la antigua calle de San Francisco, todos le llamaban El  Maestro  Eligio, honraba el apellido de sus antepasados, famosos por sus obras solo hacia trabajos de orfebrería suntuosos destinados al culto, con elevados precios, que los devotos no regateaban. viendo como se fundía el metal y cuajaba luego bajo su voluntad, pasó la vida para él muy  levemente, un día al contemplarse en la superficie pulida de una de sus obras se dio cuenta que estaba encanecido y  sus mejillas arrugadas, poco después comenzó a sentir el temblor de sus manos y ya no le parecían brillar a sus obras por mas que las puliese y era que el brillo de su mirada ya le faltaba, cuando había cumplido los 72 años el maestro sin tener hijos ni familiares o amigos cercanos, se da cuenta que necesitaba un aprendiz para transmitirle sus conocimientos ( el quería perpetuar su fama) y para que le ayudase en la tienda ya que su lentitud era cada día mayor, pasó algún tiempo sin que se presentase algún participante, hasta que un tímido joven educado en un convento se presento ya que quería aprender con un maestro de renombre el oficio de la orfebrería, comenzó por enseñarle trabajos sencillos , para no levantar la codicia el taller estaba en el fondo de la platería y el aprendiz trabajaba a puerta cerrada y de vez en cuando el lo espiaba por la cerradura, así poco a poco aprendía el oficio el joven que cada vez se ganaba la confianza del maestro, así trabajaba todo el día aprovechando la luz del sol desde el amanecer hasta el ocaso, aunque observaba el anciano que el joven aprendiz se abstraía con las figuras de las piezas elaboradas y las elevaba hacia la luz hasta que reflejaban ampliamente la luz del sol, cierta vez miró Eligio que el joven abrió un cofre donde se recogían los recortes de oro y plata y parecía que se apoderaba de algo, por lo que desconfiado se lanzo sobre él y pudo sentir un bulto debajo de su camisa, mas no era oro ni plata sino un trozo de madera tallada por el joven en forma de cruz. Años después el joven aprendiz de platero llego al convento de Santa María de los Ángeles, recibió el hábito y se llamó Felipe de Jesús.

COMENTARIO: Es de muy buena obra transmitir los conocimiento a las nuevas generaciones para perpetuar oficios que son importantes, y así confiar que perdurará al pasar de los años. No juzgar acciones sin saber, primero es mejor preguntar antes de suponer ya que puedes herir los sentimientos de personas honestas. 



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