martes, 3 de noviembre de 2020

ALTA COCINA

                                                          ALTA COCINA

 El sonido de la lluvia le hacía recordar los gritos, aquellos gritos que se adherian a la piel como si tuvieran ventosas, y los ojos se le querían salir de las órbitas cuando se estaban cociendo. Nacían en tiempo de lluvia en la huertas y crecían entre la hierba húmeda de ahí los arrancaban y vendían, un poco caro. En mi casa se compraban cada semana por ser el platillo obligado de los domingos y más aun si había invitados; a los que decía que no se podían comer mejor en ningun lado, cuando elogiaban la comida. Recuerdo la cocina sombría y la olla donde los cocinaban, la cocinera gorda, despiadada, implacable ante el dolor de aquellos gritos desgarradores que no la conmovían, desde mi cuarto del desván los oia gritar, siempre llovía, sus gritos llegaban mezclados con el ruido de la lluvia. No morían pronto, su agonía se prolongaba interminablemente y yo pasaba todo ese tiempo encerrado en mi cuarto con la almohada sobre la cabeza, pero, aún así los oía, cuando despertaba a media noche los volvía a escuchar, nunca supe si aún estaban vivos, o si sus gritos se habían quedado dentro de mí, martillando y desgarrando todo mi ser....Aquella vez, la última vez que estuve en mi casa, el banquete fue largo y paladeado.

COMENTARIO: Esta historia relata el recuerdo de un niño cuando en sus casa cocinaban un platillo con animalitos vivos que al parecer eran algún tipo de caracol, los cuales despertaban en el una angustia terrible que lo acompañó siempre, ya que los cocinaban vivos, y nadie se compadecia ante lo que él sentía como un crimen.



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